Esto no debería ser una nota, pero en Argentina el relato de una operación de compra-venta de autos termina siéndolo. La historia es larga, pero como la mayoría de las historias, empezó en un asado. La visita de C.C. a recorrer la ya legendaria Ruta del Cubanito, a principios de año, fue oportunidad para charlar muchos off the records, de esos que no se pasan ni por Whatsapp, entre ellos la novedad de que se había comprado un flamante GR Yaris (leer nota).

Para el fierrero, la novedad y la emoción eran los 300 caballos salvajes. Para el economista, lo interesante era que el auto se había pagado al tipo de cambio oficial, tras una larga espera, constituyendo la compra en un verdadero negoción-emoción.

La gente no lo sabe, pero ya sea por su paso por el Ámbito Financiero de Julio Ramos (leer historia), o por una buena versión del economista que todos llevamos dentro, C.C. tiene una muy buena percepción del contexto y siempre saca conclusiones muy lúcidas o da consejos oportunos. En este caso, y dado el gusto de quien escribe por los autos híbridos, la idea a la que llegamos fue aprovechar una oportunidad de Toyota:reservar un vehículo, esperar todo el tiempo que fuera necesario, y pagar a precio de lista algo que en la calle podía costar entre un 20% y un 40% más, dependiendo del modelo.

En casa había un aún flamante Jeep Renegade Sport, que lo estrenamos en enero del 2020 y -pandemia mediante- tenía muy poco kilometraje. La única oportunidad entonces para racionalizar el cambio era hacer un buen negocio… "o pilitas".

Con esas justificaciones fui en la misma semana al concesionario local de Toyota a averiguar precios y pararnos en la fila de espera de un Corolla Cross Hybrid. La idea era poner cara de póker ante eventuales ofertas alternativas, y tener bien claro qué queríamos. La recibida no fue la mejor: un típico vendedor de autos, bien canchero, me explicó que una serie de propuestas de producto en la web de la marca no eran tales, que no había posibilidad de esperar para pagar el precio de lista y que la única opción era una unidad en stock con un sobreprecio de aproximadamente el 15%.

La cotización del usado -el Renegade, que acaba de recibir un restyling (ver nota)- también fue inconveniente: un 30% por debajo del precio de mercado. Para un “caliente” sin resto el costo era realmente importante. No era mi caso. Además, y para mayor enojo, al señor se le ocurrió insistir en que la versión híbrida no era la mejor opción, porque que había clientes que las devolvían por su falta de desempeño. Me preguntó si había manejado alguna vez un híbrido. "Sí, un par de veces", le respondí.

Obviamente, no me fui exultante de felicidad sino todo lo contrario. En este punto quisiera hacer una consideración que tal vez no pensé en ese momento y que, en algunos casos, quizás amerite replantear la situación: teniendo en cuenta el ritmo de aumentos que llevó Toyota al menos hasta julio, de un 5% mensual, y la espera que en ningún caso baja de los tres meses, no consideraría un 15% de sobreprecio como tal, sino un valor actual más que conveniente de lo que iba a pagar finalmente.

En un escenario donde el dólar blue no se movió, terminé pagando lo mismo por la versión XEi que lo que me pidieron por un SE-G con entrega inmediata, aunque la amargura y la inevitable visita al sótano para pegarle al foco no existieron, porque en el medio pasaron cosas.

Obviamente, no iba a desistir del buen negocio por la actitud de un vendedor (por escrito y firmada), me comuniqué con Toyota Argentina para reclamar por las condiciones que en teoría difunden como válidas en toda su red. Muchas veces se confunde (y los vendedores no ayudan) la palabra de un concesionario con la de la marca. Es importante recalcar que son dos empresas distintas. La marca muchas veces no sabe -o prefiere ignorar- lo que hacen los concesionarios. No deja de haber un porcentaje importante de prospectos o clientes que se retiran sin más, con esos conceptos equivocados.

No fue mi caso. No soy abonado a gritarle a las nubes o vivir quejándome en los call centers, pero el premio era grande y mi tozudes aún mayor. Hay que hablar con las marcas, y esperar una respuesta por escrito preferentemente. Y así fue, tras un par de llamados de consulta el gerente del concesionario -Javier- se comunicó conmigo para rectificar la equivocación y a partir de allí todo el proceso de compra fue mucho más cómodo y fluido, con excelente atención.

Sobre finales de febrero deposité una seña de 400 mil pesos para reservar la unidad a precio abierto, con una espera estimada de tres a cuatro meses.

Y como les dije, en el medio pasaron cosas. Mientras preparaba estrategias para la venta del Jeep, o cómo conseguir el importe que me faltaba para abonar al momento de la entrega, le llegó a mi socio una promoción del HSBC (el banco con el que ambos habíamos comprado nuestros Renegade), con una oferta de un prendario “Especial para híbridos y eléctricos” (en cuotas fijas en pesos, con una tasa subsidiada que no llegaba al 60% anual de Costo Financiero Efectivo Total, lo que en otro país es un delirio en Argentina es más que interesante).

Después de una espera previsible, en los primeros días de junio finalmente arribó la unidad a Bahía Blanca. Hubo que integrar el resto del valor y firmar el prendario, aún con un dólar blue en 200 pesos más o menos. En ese momento, pedir prestada la diferencia hubieran sido aproximadamente 21 mil dólares: el crédito cumplió con la función de pesificar un tramo de casi el 65% del valor de la unidad, a los que se suman los habituales costos de flete y patentamiento.

El precio final fue el de lista: 5.950.000 pesos, que era lo que costaba un Cross XEi en Junio. La unidad llegó en el color pedido, primera de tres opciones. En el medio seguía dando vueltas con la venta del Renegade, que terminó siendo bastante después, pero que en algún momento me llevó a tener dudas con el crédito (afortunadamente no sucedió). La entrega fue finalmente a finales de junio, unos 25 días después del arribo de la unidad, en una prolija ceremonia con un par de regalos y las instrucciones de rigor.

El auto no decepciona: después de manejar unos cuantos híbridos, quería uno para mí, pero que fuera compatible con las necesidades de la familia. Es mi primer Segmento C en muchos años, quince para ser preciso, y con dos nenes tiene el espacio y baúl adecuados para animarse a unos cuantos viajes por el país. Las reacciones son notables en ciudad, y completamente solventes en el uso rutero, considerando su planteo completamente familiar. También se destaca la excelente iluminación LED. Extraño un poco no haber llegado al SE-G (y no, no me gusta estirarme más de lo que me da el cuero) por el paquete de ADAS que a esta altura debería ser un opcional y no un elemento de lujo (lo critico en todas las marcas y en Toyota también).

La otra característica que genera algunas dudas es el exiguo tanque de combustible: 36 litros no representan problema en ciudad con consumos alrededor de -por ahora- 5.5 litros cada 100 kilómetros, pero sí obligan a pensar los trayectos ruteros con más atención, como pueden confirmar los amigos de la Estación de Servicio de Guatraché -fans del Blogcito- donde tuve que meter parada obligada volviendo de La Pampa a Bahía. La sensación de “Bingo Fuel” permanente no está buena. Ojalá lo consideren a la hora del restyling, aunque entiendo que el tamaño de un tanque no es un tema menor.

Un par de días después de retirar el auto empezó la debacle económica de julio, lo que me obligó a replantearme el precio del Jeep, pero por otro lado también la idea de cancelar el crédito con su venta o darle otros usos. Siendo que es una financiación en cuotas fijas en pesos, deber en moneda nacional en este país es el mejor negocio. Y si bien se vendió por un importe en dólares bastante menor a los números de junio, igual fue un excelente negocio tanto en pesos como en dólares, considerando el precio de compra, al cual superó notoriamente. En vez de cancelar un crédito -que ya se empezó a “licuar”- aproveché para cancelar otras deudas que sí estaban indexadas. Como sea, cosas que sólo ocurren en Argentina.

Y es que, en definitiva, hablamos más de plata que de fierros. Esta es la historia de uno más que cambió el auto en Argentina: cuentas, especulación, precios que suben en pesos y bajan en dólares, o no tanto, preferir lo que se consigue por lo que te gusta, y hacer diferencia con una de las pocas empresas que respetan los precios que promocionan. Gracias a una charla de asado terminé haciendo lo que en casi ningún lado es racional: un buen negocio con la compra de un auto (por suerte, de uno que me gusta mucho).

L.V.

Leov corolla
Leonardo Valente es el máximo defensor de la electromovilidad en nuestro equipo de Motor1 / InsideEVs Argentina. Se compró un Corolla Cross Hybrid para hacer honor al lema: "Put your money where your mouth" ("Poné tu dinero donde está tu boca").
Enviá tu noticia a novedades@motor1.com