Existe un concepto para medir la contaminación de la combustión de hidrocarburos que no solo evalúa la cantidad de gases nocivos que salen del escape, sino en todo el proceso. Esa visión global dice que los biocombustibles, como el etanol, son más limpios debido a que las mismas plantas que se siembran para producirlo se encargaban de absorber el CO2 generado por los motores. Ahora un estudio da vuelta esta posición.
Un informe publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences de EUA pone en el banquillo de acusados al etanol, más puntualmente al producido con maíz que más se produce en ese país. Basado en un estudio de cinco años, el resultado indica que el “desmonte” de campos para el cultivo es peor que la cantidad de CO2 que pueden reabsorber las plantas. Se suman el uso de fertilizantes nitrogenados y que además, esas tierras podrían haber sido destinadas a programas de conservación.
En 2005 EUA tomó la decisión de fomentar la producción de combustibles renovables con un triple objetivo: ayudar a la producción agrícola, reducir dependencia exterior en combustibles y disminuir el impacto ambiental. El resultado fue un incremento del 8,7 por ciento en el cultivo de maíz, con una expansión 2.792.330 hectáreas destinas a esa explotación. El nuevo estudio indicaría que fue un error ya que el cultivo intensivo tendría mayor impacto de lo que las plantas podrían reabsorber; sin embargo, hay controversias.
Un estudio del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) declaraba que, como parte de la re absorción de carbono, el etanol tenía un impacto ambiental 39% menor al de la nafta convencional. El nuevo estudio dice que no se estimó (o subestimó) el impacto del uso de las tierras. Un dato no menor es que, mientras el etanol acusado está basado en maíz, en Brasil (potencia mundial en este combustible renovable) se deriva mayormente de la caña de azúcar.
Lamentablemente no queda claro si todo es un tema de batalla de intereses encontrados. En Argentina, en agosto 2020, ocho provincias que integran la Liga Bioenergética (Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Jujuy, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán) propusieron aumentar el porcentaje de biocombustibles en la nafta y el gasoil que se vende en el país, con el objetivo de incrementar impulsar las economías de esas provincias. Las automotrices se opusieron con el argumento de que ese cambio obligaría a recalibrar y adaptar los motores de todos los vehículos del parque automotor argentino -nuevos y viejos, casi 14 millones de unidades.
La idea de dejar de desarrollar motores de combustión ya fue planteada por muchas marcas. Por ejemplo, hace tiempo que VW abandonó la creación de nuevos impulsores gasoleros, y si en ese caso el Dieselgate fue la causa, cada vez más marcas y grupos automotrices anuncian que no tendrán proyectos para nuevos motores de combustión.
BMW no está sola en esto. Carlos Tavares, máximo responsable de Stellantis, salió al cruce de las “políticas electrificadoras”, comentando justamente que era más política que deseo, interés o mercado. Las automotrices no parecen felices teniendo que invertir miles de millones para ir hacia un parque 0km totalmente eléctrico. El CEO de BMW declaró que al motor de combustión le quedan muchos años por delante (ver nota). ¿Cómo seguirá la historia? Próximamente en Motor1 Argentina haremos un análisis más profundo sobre carburantes sostenibles y la posibilidad que tienen de salvar (o no) a los motores de combustión.